La Constitución mexicana cumple hoy 92 años de haber sido promulgada, por Venustiano Carranza, primer Jefe del Ejército Constitucionalista y encargado del Poder Ejecutivo de la Nación.
Después de una muy intensa labor del Congreso Constituyente instalado en Querétaro que reunió entre otros mexicanos, a los diputados por el estado de Puebla: Dr. Salvador R. Guzmán, Lic. Rafael P. Cañete, Miguel González, Gabriel Rojana, Lic. David Pastrana Jaimes, Froylán C. Manjarrez (oriundo de Tochimilco), Tte. Crnl. Antonio de la Barrera, Mayor José Rivera, Crnl. Epigmenio A. Martínez, Pastor Rouaix, Crnl. De Ings. Luis T. Navarro, Tte. Crnl. Federico Dinorin, Gral. Gabino Bandera Mata, Crnl. Porfirio del Castillo, Crnl. Dr. Gilberto de la Fuente, Alfonso Cabrera y José Verástegui; fue ordenada un 5 de febrero de 1917, su impresión, circulación y publicación “por bando solemne y pregón en toda la República para su debido cumplimiento”.
El jurista Jaime Arenal Fenochio en el prólogo de una nueva edición de la Constitución presentada el día de ayer menciona que “la carta magna mexicana fue un texto renovador de la técnica constitucional, precursor de otros documentos promulgados en fechas posteriores en diversos países”.
Igualmente señala que "vino a ser la primera constitución moderna en recoger disposiciones no estrictamente vinculadas con la organización de los poderes del Estado, ni con los límites de éste frente a los derechos fundamentales de sus habitantes".
Son pocos los países que cuentan actualmente con una constitución de tan promulgada vigencia, que mediante un continuo proceso de reformas ha podido ajustarse a los cambios económicos y sociales que han caracterizado la historia mexicana en el siglo XX y los primeros años del XXI, destaca el jurista.
Leo Zuckermann a inicios de semana escribió en “Notas acerca de la Constitución mexicana” una serie de puntos importantes. Señala entre otros que “de una lista de 231 constituciones escritas sólo seis son más antiguas que la de México: las de Bélgica, los Países Bajos, Noruega, San Marino, Suiza y Estados Unidos”, de manera que la mexicana es la séptima más antigua de todas las constituciones escritas vigentes.
En datos de la Cámara de Diputados al 12 de febrero de 2007, la Constitución original de 1917 ha sufrido 447 reformas.
El período de gobierno en que más reformas ha tenido es durante el período de Ernesto Zedillo con 77 artículos reformados, en contraparte con el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines que reformó sólo dos artículos constitucionales.
Solo 35 artículos de la Constitución permanecen sin cambio ya que 101 han sido modificados. El artículo que mayores modificaciones ha presentado es el 73 que contiene las facultades del Congreso de la Unión, con 52 modificaciones.
Otros datos que da a conocer son: “que la democracia mexicana consagrada en la Constitución está en el lugar 46 de 140 países en el Índice de Libertades Civiles y Políticas del Freedom House publicado en 2001. La mayor calificación posible es 7. La menor es cero. El promedio del índice para todas las naciones es de 3.3. México obtiene una calificación de 4.5, por arriba del promedio mundial. Hay 15 países con calificación de 6 que son los que tienen mayores libertades civiles y políticas, entre ellos Uruguay. Hay nueve naciones con calificaciones de cero, entre ellos Cuba”.
Aunque el voto es considerado un derecho y una obligación “en la Constitución, no existe un mecanismo para obligar al ciudadano a sufragar. En Singapur, por ejemplo, el ciudadano que se abstiene de votar es inmediatamente removido del padrón electoral; solamente puede volver a inscribirse si justifica la razón de por qué no votó”.
Señala el artículo que el historiador Enrique Krauze señaló que la Constitución no era, como había esperado Carranza, “la última palabra de la etapa liberal, sino la primera de la época revolucionaria”. Y es que cuatro artículos resultaron verdaderamente revolucionarios para la época: el tercero, el 27, el 123 y el 130.
Al promulgar la Constitución, Venustiano Carranza dijo al Congreso Constituyente: “Sean cuales fueran los defectos que por deficiencia o exceso pueda tener la obra a que dais cima en estos momentos, hay en ella una prenda que asegurará para lo futuro su estabilidad, ya que siendo la expresión genuina de necesidades seculares y correspondiendo a los deseos ingentes de la nación, no se verán en lo sucesivo como un sueño de difícil e imposible realización sino algo que es fácil de entrar en los usos y costumbres nacionales…”
Contra la retórica carrancista, lo que siguió a la Constitución de 1917 fue el caos social. Lejos de ser una prenda para asegurar la estabilidad, la Carta Magna incendió más al país. Recuerda la historiadora Berta Ulloa en la Historia General de México: “A mediados de 1917 el país sufría las consecuencias de la prolongación de la guerra civil: destrucción de campos, ciudades, vías férreas y material rodante; interrupción del comercio y de las comunicaciones; fuga de capitales, falta de un sistema bancario, epidemias, escasez de alimentos y otros tantos clamaban por restricciones y dotaciones; no había confianza en la posesión de la tierra ni en el mercado de los productos; el desempleo era elevadísimo, así como la inseguridad en los trabajos; se declararon huelgas pidiendo mejores salarios y condiciones de trabajo. El gobierno tuvo necesidad de hacer economías que abarcaban la reducción de número de empleados públicos y, a los que conservó en su puesto, sólo pudo pagarles el 50% en moneda metálica; en otras ocasiones tuvo que suspender los pagos temporalmente, como a los maestros en 1919, y éstos se fueron a la huelga a mediados del año. En algunos estados, especialmente en Jalisco, fue muy agudo el problema religioso”.
Concluyendo este estupendo artículo destaca que “Desde el siglo XIX, el político colombiano Eustorgio Salazar diagnosticaba el problema de las constituciones latinoamericanas: “Para que un país sea republicano y libre, no basta que lo diga su Constitución; es preciso que se lo permitan su inteligencia y estado actual”.
Correo electrónico:
[email protected]