De los menores infractores trata ésta segunda parte en la que la reinserción social adquiere mayores obligaciones para el tejido social, porque si pensamos que una persona adulta merece una segunda oportunidad, son los menores los que realmente la requieren.
Es innegable la proliferación de conductas antisociales en una gran cantidad de niños, adolescentes y jóvenes en todo el mundo. Las causas de las mismas se generan en los primeros años de vida. No crecen mentalmente; sino cronológicamente. En el futuro serán niños con canas, les hemos robado su niñez. Si todos cargamos una parte de la culpa al pasar como ciegos ante sus carencias.
La red social no está cumpliendo con el papel que le corresponde para extirpar esta irregularidad que, diariamente, gana "terreno" en los susceptibles cerebros de nuestros niños, niñas y adolescentes sin que se cuente realmente con un plan para disminuir efectivamente, los índices de proclividad a la delincuencia.
Y si en cambio, “se ha generalizado una situación de anomia social, en la que es fácil perder de vista los límites de lo bueno y lo malo para caer en un relativismo. Durante la pubertad y la adolescencia emergen sentimientos encontrados; la falta de identidad y de madurez para enfrentar las dificultades llevan necesariamente a estados de angustia y desesperación que, muchas veces, son el caldo de cultivo de decisiones equivocadas y trágicas, como consumo de drogas, depresión (delincuencia) y hasta suicidio”. 1
Es lamentable la deformación que sufren nuestros niños, adolescentes y jóvenes, aún cuando no son ellos los únicos responsables de sus conductas antisociales, ni de su personalidad considerada psicópata. Es la sociedad, donde se forma el individuo, ya sea el Hogar, la escuela, la religión que profesa, el medio donde se desarrolla y los amigos que va a tener, que por ignorancia, los deforma y más tarde, la justicia les cobra con cárcel y con penas muy severas los errores que cometen cuando se desencadenan los efectos de sus conductas irregulares adquiridas en su entorno.
Puede prestarse a confusión la conducta del adolescente y del psicópata. El adolescente no está formado. No es absolutamente responsable de sus actos. Es necesario enseñarlo a obedecer; no obligarlo a obedecer.
El psicópata está deformado. Debe ser curado, rehabilitado. El adolescente no está terminado. Se está formando. Debe ser educado, bien formado.
Y cuando después de cometer una acción considerada delito se encuentra en reclusión, lo que se debe proponer es, considerar la pena como un espacio donde el menor infractor pueda ejercer ciertos derechos que posibiliten su superación de desventaja social (en la mayoría de los casos originaria) y en donde el Estado cumpla con la obligación de prestar los servicios correspondientes de asistencia, esto es el acceso a la educación, formación técnica o profesional, salud, programas de trabajo entre otros, lo que estaría en concordancia con los postulados del garantismo penal.
Se ha generado un fenómeno social que tiene su expresión más dramática en la pérdida del significado y del sentido de la vida entre los individuos y que se ha agudizado en los jóvenes a decir de estudiosos por la revolución tecnológica y el avance prodigioso de la comunicación y yo considero que por la falta de reglas y valores en las familias. Una generación individualista que sólo ve su beneficio.
Ante estas circunstancias hablar de reinserción social y de resocialización, requiere fusionar esfuerzos en la todo el tejido social, retomar lo mejor del ser humano, reconocer lo menos favorable del mismo y empezar nuevamente a creer en la solidaridad, la unión de esfuerzos y en si retomar el valor del ser humano.
¿Ustedes queridos lectores y lectoras que opinan?
1.- La otra crisis , publicación en la página web http://imdosoc.org/plataforma/index.php , búsqueda realizada el 3 de diciembre de 2008.
2.- ibidem.
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