“No podemos hacer del voto femenino bandera de partidos,
porque es producto de la patria misma”
Dip. Gómez Mont
El pasado 17 de octubre, celebramos el quincuagésimo quinto aniversario del sufragio femenino en México, un derecho tardíamente reconocido, aunque previamente ejercido por las mujeres mexicanas quienes desde los siglos XIX y XX desarrollaron una importante trayectoria de participación en espacios de política formal e informal.
Los primeros logros con relación a la igualdad política electoral de la mujer surgen en 1916, cuando en Chiapas, Tabasco y Yucatán se reconoce la igualdad jurídica para que la mujer pudiera votar y ser elegida en puestos públicos de representación popular.
En 1922, en el estado de Yucatán se reconoce el derecho de las mujereas a participar en las elecciones municipales y estatales. En San Luis Potosí, en 1923, se aprueba la ley que permite a las mujeres alfabetizadas participar en procesos electorales. Estos son algunos de los primeros logros obtenidos por el sector femenino en materia de participación política.
En las primeras décadas del siglo XX, se expide la reforma a los artículos 34 y 115, fracción I constitucionales, en la que se otorga plenitud de los derechos ciudadanos a la mujer mexicana.
Ya en una ocasión, en 1947, Don Efraín González Luna, afirmaba que: “Conforme a la naturaleza, el hombre y la mujer debieron participar siempre en las funciones cívicas y políticas y no debió la ley civil establecer distinción. La naturaleza humana exige del hombre y de la mujer, pues, que los dos son racionales y libres y los dos están sujetos a la misma ley moral y viven en sociedad, por idéntica repuesta a los requerimientos de la vida social en el terreno del deber político...”
Mucho se ha discutido sobre la paternidad del voto de la mujer, lo que hoy quiero compartir con usted amable lector(a) es la aportación que hemos como Partido Político logrado sobre este tema. Y es que el PAN desde su fundación, ha reconocido el importantísimo papel de la mujer en la vida política del país, proclamando los derechos políticos de la mujer en México y presentando iniciativas de ley para que se reconociera su calidad ciudadana.
Prueba de ello es que desde su fundación, el PAN contó con una sección femenina que tuvo asamblea nacional el 16 de noviembre de 1939, bajo la presencia de la Sra. Amelia Sodi de Sordo Noriega; y que desde entonces la mujer ha tenido un papel cada vez más importante dentro de Acción Nacional.
Adicionalmente, en 1947 lanzamos a la Sra. Delfina Botello como la primera candidata del PAN a la presidencia municipal de Tacámbaro, Michoacán, y a lo largo de estos 55 años, miles más de mujeres hemos sido candidatas a regidoras, diputadas locales y federales, senadoras y gobernadoras. Muchas de ellas han ganado y desempeñado sus puestos con ejemplaridad para toda la nación. También dentro de la organización interna del partido, la mujer viene participando en puestos que van, desde jefe de sección, hasta titulares de Secretarías en el Comité Ejecutivo Nacional.
A nivel federal, la primera mujer postulada por el PAN que llegó a la Cámara fue la Srita. Florentina Villalobos Chaparro en 1946. Ella misma se convirtió, en noviembre del mismo año, en la primera Vicepresidenta de la Cámara en toda la historia de nuestro país.
Sin duda las mujeres tomamos decisiones importantes todos los días, y es importante que las decisiones que impactan tanto en la familia como en la vida pública, sean valoradas y compartidas por igual entre hombres y mujeres.
Debemos en principio transformar la política, no por un don natural, sino porque hemos compartido experiencias alternativas de participación y porque es una condición para construir una sociedad, un gobierno y un Estado democrático con rostro humano.
Sea desde organizaciones de la sociedad, organismos públicos o empresas privadas, debemos participar con una conciencia integral y actitud responsable, y las mujeres en especial, en el contexto político actual, debemos mirar hacia la construcción de alianzas estratégicas.
Alianzas que no se limiten a periodos electorales, sino que compartan visiones y esfuerzos a largo plazo, dirigidos a concretar beneficios para las mujeres, sus familias, organizaciones y comunidades. Recordemos que fortaleciendo derechos, capacidades y estrategias, renovamos liderazgos e instituciones.
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