En la actualidad, la mitad de la humanidad vive en ciudades y según las proyecciones se espera que la cifra alcance el 70% en 2050, de continuar la tendencia de las últimas dos décadas, cuando –en conjunto- las ciudades de los países en desarrollo recibieron un promedio de tres millones de habitantes por semana.
Si focalizamos este fenómeno en América Latina las condiciones no son diferentes, ya que según las proyecciones de la Organización de las Naciones Unidas, es la región más urbanizada del planeta, con el 77% de su población viviendo en ciudades, cifra que podría alcanzar el 85% en sólo dos décadas.
Para corroborar este dato habría que señalar que cuatro de las 14 grandes urbes del planeta están en América Latina (Sao Paulo, Río de Janeiro, Ciudad de México y Buenos Aires), según el informe.
En el caso de México se sigue una tendencia similar, cada vez las grandes concentraciones urbanas crecen a un ritmo más acelerado que las ciudades medias y hoy tenemos extensas zonas metropolitanas en Guadalajara, Monterrey, Puebla, el corredor metropolitano del Estado de México y localidades fronterizas.
Todo esto se traduce en un reto para gobiernos estatales y municipales en la dotación de servicios públicos, de planeación urbana, uso de suelos y dotación de viviendas, entre otros aspectos que se convierten en prioritarios cuando se plantea la interrogante; ¿Qué queremos para nuestras ciudades en el futuro?
Es una tendencia mundial, las urbes del planeta concentran ya a más de la mitad de la población mundial, y las ciudades son una especie de laboratorio, que luego repercute sobre los municipios más pequeños.
Hoy hay una realidad avasallante: en este mundo globalizado, ya no sólo importa el país, sino también los municipios, y se empieza a integrar la dimensión urbana en las políticas nacionales.
Las grandes ciudades están en plena competencia no sólo para atraer inversiones, sino grandes eventos culturales o deportivos, capital humano, turismo, etc. Sin embargo, los gobiernos exitosos son aquellos que conjugan la prosperidad económica con la sostenibilidad urbana.
Dicen los especialistas que el reto radica en hacer cada vez más competitivas a las ciudades mediante una fuerza de trabajo altamente calificada, infraestructuras física y de innovación elevada, telecomunicaciones, diversificación de la estructura económica, red de comunicaciones interna y externa eficaz, una oferta cultural y de entretenimiento extensa y, por supuesto, armonía y seguridad para el patrimonio de las familias y las empresas.
Sin embargo, en lo particular soy un convencido que todo lo anterior es fundamental pero no podemos perder de vista que de nada sirve contar con todo esto, si no se considera como lo más importante a las personas que habitan en las ciudades y ninguna política tiene sentido, si su fin último no es buscar el mayor bienestar para los ciudadanos.
Diputado del PRI y Presidente de la Comisión de Gobernación del Congreso del Estado
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