Hace 150 años, justamente un día como ayer 7 de julio el gobierno constitucional decretó la legislación que consumó la Reforma liberal.
La culminación del proceso de secularización del Estado y de la sociedad se dio al dictarse la libertad de creencias, en diciembre de 1860; se hizo explícito este derecho que había quedado implícito en la Constitución de 57. Esta ley redactada por Juan Antonio de la Fuente, significó una verdadera revolución cultural, la más trascendente del siglo.
Un breve recuento de nuestra historia, nos llevará a establecer que en la lucha por el poder, desde tiempo inmemorial, los líderes religiosos le han disputado la supremacía a los guerreros y políticos.
En las teocracias lograron establecer su hegemonía, no obstante, ya en la Grecia antigua se acuñó el término laicós para definir a lo profano, lo que está fuera del control eclesiástico y en Roma, se distinguió entre la justicia divina y la humana y se instituyó la separación del poder temporal y el espiritual, contenida en la frase “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
El imperio romano estableció la supremacía del Estado sobre la Iglesia, incluso el Papa Gelasio I en el siglo V abogó por la independencia de la Iglesia. Cuando el imperio Romano se convirtió al cristianismo con Constantino, la Iglesia vivía conforme al derecho romano, pero poco a poco se fueron confundiendo religión y derecho, legalidad y moralidad, pecado y delito.
Durante la Edad Media se dio la Querella de las Investiduras (1073 al 1122) entre el emperador y el Pontificado. Al final el Papado logró establecer su supremacía; fue así que el Papa Alejandro VI legitimó y legalizó mediante sus bulas, la división del continente americano entre españoles y portugueses.
En el Renacimiento se inició el proceso secularizador del Estado y de la sociedad, al dejar de ser Dios el centro de la vida cultural y política. El Humanismo reflexionó en torno a la antigüedad clásica con una visión antropocéntrica, y la Reforma protestante abrió la puerta a la libre interpretación de la Biblia. Hechos que minaron la supremacía católica como organización política universal.
Es en el siglo XVII cuando John Milton escribió que así como el Estado nada podía en el campo espiritual, la Iglesia nada puede en el terrenal. Por su parte John Locke abogó por la tolerancia. En el siglo XVIII, el liberalismo ilustrado francés luchó tanto contra el absolutismo del Estado, como contra el dogmatismo de la Iglesia. Para demostrar que el hombre libre podía conocer con su razón todo lo que se propusiera, hicieron la Enciclopedia.
En España, el Estado se había cohesionado en torno a la religión católica con la expulsión de musulmanes y judíos, a cargo del Tribunal de la Inquisición. Se establece así la intolerancia religiosa misma que se impuso en México con la conquista española.
En el siglo XVIII Carlos III inició el proceso de secularización del imperio español. Consumada la Independencia de México, los liberales culminarían el proceso secularizador, estableciendo por vez primera en el continente americano la independencia del Estado con relación a la Iglesia; sólo Haití lo había hecho antes.
A mediados del siglo XIX, los liberales mexicanos lograron hacer la primera Constitución que superó la intolerancia religiosa, en 1857. Pero la Iglesia condenó a la Constitución, excomulgó a quien la jurara y patrocinó un levantamiento armado. Esto llevó al gobierno constitucional a pasar de la secularización de los bienes del clero a su nacionalización. Se desencadenó la guerra civil de tres años y en la parte mas cruenta, se suprimieron las corporaciones eclesiásticas de acuerdo al principio de que la libertad es irrenunciable.
De ahí que un 7 de julio desde Veracruz, una brillante generación de mexicanos que formaban el gobierno constitucional decretó la legislación que consumó la Reforma liberal, suprimió el viejo régimen de Estado confesional, y estableció un Estado laico, desapareció el estado estamental corporativo y surgió una sociedad civil. El Estado asumió plenamente su soberanía, se crearon el matrimonio como institución jurídica y el registro civil, se secularizaron los cementerios y los hospitales.
De ahí la importancia de recordar esta fecha, para unir la reflexión sobre las Leyes de Reforma, a las que se llevan a cabo en torno a los doscientos años de la lucha por la Independencia y cien de la Revolución; no sólo por ser puente entre las dos revoluciones históricas, sino por significar la consolidación del Estado mexicano.
Hoy que pareciera que en México nuevamente se pretender crear la confusión entre religión y derecho, legalidad y moralidad, pecado y delito, se hace necesaria la defensa al Estado laico, cabe recordar, que cuando Francisco I. Madero festejó el primer aniversario del inicio de la Revolución mexicana destacó: “La principal aspiración que la engendró, que llevó al pueblo a esa lucha que se consideraba como estéril e imposible, fue la libertad”.
Defender al Estado laico es defender la libertad de los mexicanos, por eso Madero destacó también que los ideales cívicos de los constituyentes del 57, representaban “el principal ideal de todos los legisladores y todos los mexicanos”, estos grandes ideales que desde Hidalgo, Morelos y Juárez son el punto de encuentro de la Nación mexicana, siguen siéndolo por encima de que a algunos les conviene olvidarlo.
Fuentes: *Notas del seminario “La secularización del Estado y la sociedad” Auditorio Sebastián Lerdo de Tejada, Senado de la República 7 de julio 2009.
*Discurso pronunciado por el presidente de la República, Francisco I Madero, Palacio Nacional 20 de noviembre de 1912.
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