Diputado Pablo Fernández del Campo Espinosa
24 de marzo de 2010

Siempre he pensado que la política es el instrumento fundamental para alcanzar los acuerdos que beneficien a la sociedad y en nuestros tiempos está sustentada en el respeto a la vida institucional, a la preservación de nuestras formas para hacer gobierno y traducir ello en respuestas concretas para las demandas ciudadanas.

El gobierno entonces implica la coordinación permanente de los  esfuerzos de la sociedad, conjuntando  las capacidades de todos los sectores, canalizando  el empuje de los ciudadanos para vivir en armonía y, así, aspirar al desarrollo y el crecimiento que nos de mayor bienestar.
En sociedades modernas y complejas como la nuestra, gobernar implica tener la sensibilidad política, capacidad de acuerdos, de diálogo y de conciliación para mantener la estabilidad social y con ello, aprovechar  lo mejor de los habitantes y de sus organizaciones sociales en la búsqueda de objetivos comunes.

Sin embargo, es una realidad que hoy en el país enfrentamos una descomposición en muchos órdenes que nos refleja inequívocamente que vivimos una crisis reflejada en problemas de inseguridad, en una batalla no ganada contra el crimen organizado y  en la falta de capacidad para enfrentar la crisis económica que ya hizo mella  en los bolsillos de todos.

En este marco, no podemos hacer a un lado el desempleo severo que también golpea al país, es otra de nuestras realidades dramáticas que a su vez, es consecuencia de políticas públicas deficientes en materia de educación y capacitación, para ofrecer alimentación, salud y vivienda. Todo esto  ha provocado a grados superlativos los indicadores de marginación.

De la misma manera, hemos visto durante tres años la imposibilidad permanente en la búsqueda de los acuerdos que lleven a México por el sendero del crecimiento y del desarrollo, conciliando a cuenta gotas las posturas, ideologías y propuestas de todos los partidos políticos. Una deficiencia permanente en materia de gobernación que en su accionar ha debilitado a las instituciones y ha polarizado posiciones.

Estamos en la acumulación de las crisis en un periodo muy corto de escasos nueve años que nos lleva a la reflexión y a la necesidad de que se privilegie la experiencia, la capacidad y las buenas prácticas de la política para alcanzar no sólo acuerdos, sino que se rescate la vida institucional que garantice el desarrollo.

Los gobierno estatales, en muchas partes del país, han hecho su parte, contribuyen con su trabajo permanente y empujan para las soluciones locales, pero también es necesaria la conducción adecuada de las políticas públicas nacionales.

Todos estos factores están ahí frente a todos y el ciudadano tiene la última palabra.

• Diputado del PRI y Presidente de la Comisión de Gobernación del Congreso del Estado