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DESDE EL UMBRAL…

Diputado Jorge Alfonso Ruiz Romero
6 de enero de 2010

 
  • Cuál independencia?
  • Revolución, ¿para qué?

Y contra todos los arcanos de la desgracia, llegamos a 2010. La primera pregunta del año, sin embargo, es ¿celebrar la independencia? Porque este año se cumplen 200 años del inicio de la guerra de independencia librada contra el entonces imperio español. Pero empecemos por plantear la duda: ¿Cuál independencia? En septiembre del año pasado también la expuse, y concluyo que los mexicanos tenemos la independencia política respecto de esa corona española, pero en la actualidad dependemos de casi cualquier factor externo al 100%, así como de lo que ocurra en el mundo, al grado de haber diluido esa noción de que México es una nación libre de yugos imperiales.


En efecto, México no vive propiamente bajo un yugo feudal ni virreinal desde principios del siglo XIX, pero sí bajo un yugo político y comercial. El mercado no es un soberano y los Estados Unidos no tienen monarca, pero son los verdaderos mandamás de este país. Dependemos esencialmente de ellos dos, pero también de muchas coyunturas y voluntades externas…

Quizá todo radica en una cuestión de psicología política y, por lo tanto, de trasfondo (decía el ilustre Reyes Heroles que en política, regularmente forma es fondo). Aquí se impone un análisis comparativo para ilustrar mi comentario. En México se celebra el inicio de la guerra de independencia, o sea el 16 de septiembre de 1810, pero en Estados Unidos se celebra la consumación de la independencia, o sea el 4 de julio de 1776.
¿No debería, entonces, empezar por celebrarse la independencia de México desde su consumación, o sea, el 27 de septiembre de 1821? Quizá en el fondo, desde su subconsciente, ni gobernantes ni gobernados crean que somos de verdad independientes. ¿O será que, en efecto, no se ha consumado ninguna independencia en México?

Y esos mismos profetas del infortunio dicen que este año es cíclico… y que por lo tanto, va a haber un estallamiento armado. Podría creerse que es verdad, pues Su Majestad Felipe Primero está haciendo todo lo posible porque de verdad se arme un San Quintín. Su guerrita con el narco le ha permitido causar más violencia en lo que va de su sexenio, que la que se dio durante el período del estulto e inefable Vicente Fox (y hubo mucha, que conste). Así, la guerra contra el crimen organizado (y sobre todo contra los cárteles de la droga) ya nos tiene en estado de caos.
Con esa absurda miscelánea fiscal, sólo se va a lograr tapar el único producto palpable del paso del nefasto Agustín Carstens por la Secretaría de Hacienda: el hoyo financiero de 2009. Así las cosas, y con una cifra cada vez mayor de mexicanos en extrema pobreza, ¿no es lógico pensar que cualquier día se van a armar los trancazos?

El periodista Enrique Dávila Díez, en un artículo reciente, dijo lo siguiente: “En 1510 llegaron los españoles y hubo guerra. En 1610 se consumó la conquista. En 1710 se afianzó la colonia. En 1810 se dio la independencia. En 1910 se dio la revolución. En 2010 se dio ¿quién sabe qué? ¡Que absurdo! ¿No?” Y remata diciendo: “No hay o no existe un proyecto que encause el descontento popular, ni tampoco una alternativa económico-política que pueda conducir por buen rumbo al país”, de modo que, como se ven las cosas, parece ser que la única opción es el levantamiento.

No obstante, concluye Dávila, “no es en el periodo de crisis cuando estallan las revoluciones”, además de que “la sociedad no está lo suficientemente activa, ni organizada, como para iniciar un proceso de lucha revolucionaria”. Como ya he dicho antes, la revolución que necesitamos es una que en vez de golpes, lleve implícito un esfuerzo decidido para dejar la mediocridad, la corrupción y la mendicidad. Si pudiera, amable lector, ¿qué opinaría de la situación actual ese millón de hombres y mujeres muertos en la revolución que dejaron su vida y sus sueños para lograr un cambio, y que al final de un siglo más, no sólo no se logró, sino que empeoraron las condiciones contra las que ellos se rebelaron originalmente, teniendo actualmente a 50 millones de pobres reconocidos.

No creo que muchas personas estén realmente dispuestas a ofrendar su vida en una lucha armada, pues ni tenemos las armas, ni la preparación, ni la fe que tuvieron quienes lucharon en 1810 ni en 1910. Pero, pese a todo, debemos ofrendar nuestro esfuerzo por conseguir una revolución contra nuestros peores vicios y defectos. Este año se renuevan 12 gubernaturas en el país, incluyendo Puebla y la gente no está contenta ya con la clase política, el año pasado se tuvo un 8% de votos anulados. No queremos que la revolución del cambio efectivo y activo –la revolución para mandar a volar lo malo de este país– empiece con la clase reinante en este país. ¿No sería mejor repensar las cosas y hacer lo correcto? En un descuido, un 20% de votos anulados podría dejar sin trabajo a otras tantas personas que, sin embargo, hoy se sienten muy seguras….
Reciban un feliz, independiente y revolucionario 2010.  Saludos Desde el Umbral.

Jorge Alfonso Ruiz Romero
Diputado Local del PRI, LVII Legislatura
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