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Empleo, el talón de Aquiles
Diputado Pablo Fernández del Campo Espinosa
26 de agosto de 2010


Hace apenas unos días nos encontramos con datos preocupantes en materia de desempleo en nuestro país, cifras que no sólo deben llevarnos a la reflexión en el sentido de qué acciones se han tomado para enfrentar la etapa de la post crisis económica mundial, sino el impacto que la desocupación tiene entre las familias y, en consecuencia, el retroceso que representa en la lucha por abatir los índices de pobreza y marginación.

El Instituto Nacional de Estadística y Geografía reveló que al mes de julio el número de personas desempleadas en el país llegó a  más de 2 millones, ya que la tasa de desocupación se ubicó en 5.7% de la Población Económicamente Activa.

Lamentablemente hay un dato que no se ha podido revertir y es que la tasa más alta de desocupación se localiza en aquellas personas que cuentan con mayores niveles de educación, ya que el 35% de los desempleados cuenta con educación media superior y superior.

Si nos vamos a un análisis superficial podemos decir  las  causas de este incremento desmedido en la pérdida de fuentes de trabajo es la desaceleración económica de los Estados Unidos y, por lo tanto, la reducción de nuestras exportaciones, menor turismo, caída de remesas y otros efectos colaterales.
Aun cuando venimos arrastrando los efectos de la crisis mundial que comenzó hace casi dos años, la realidad es que el problema tiene mucho más fondo y reflejan claramente que existen factores estructurales que como país no estamos atendiendo y que nos impiden desarrollar una corriente emprendedora generadora de empleos de calidad.

Los propios organismos internacionales de competitividad nos señalan que como país ha faltado mucho por hacer en diversos renglones como la regulación de monopolios, duopolios y oligopolios, desregulación administrativa, incentivos fiscales, financiamiento, infraestructura, capacitación, innovación, así como políticas públicas que incidan de manera efectiva en la competitividad en las regiones del país.

Por otro lado, los gobiernos tienen la responsabilidad de conducir el rumbo económico del país, así como generar las condiciones adecuadas para que la iniciativa privada sea el motor de la actividad económica, impulsando así más y mejores empleos que se traduzcan en calidad de vida para los habitantes.
En este problema fundamental, los gobiernos de los tres niveles requieren participar a fondo: el federal con políticas públicas de largo alcance; las entidades federativas en la búsqueda de detonar sus regiones; y los ayuntamientos, que con el apoyo del gobierno federal y los estados faciliten condiciones para el empleo productivo.

Como vemos el deterioro de nuestra economía y la consecuente pérdida de empleos no sólo se circunscribe al estancamiento de la economía estadounidense, sino que responde a muchos factores que como nación hemos desatendido.

*Diputado del PRI y Presidente de la Comisión de Gobernación del Congreso del Estado
 

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